8. El
Pentateuco, documento de fe,
documento de
oración
HIMNOS DEL ÉXODO
Presentación
El estudioso que
se aplica a la Escritura con el auxilio de estas páginas no vea en la porción
que sigue un capricho literario.
El miércoles 28
de noviembre de 2007, Benedicto XVI, siguiendo el curso de sus catequesis sobre
los Padres de la Iglesia, expuso al pueblo fiel la figura de San Efrén de Siria
(ca 306-373), Doctor de la Iglesia[1].
“San Efrén nos
ha dejando una gran herencia teológica: su notable producción puede reagruparse
en cuatro categorías:
- obras escritas
en prosa ordinaria (sus obras polémicas o bien los comentarios bíblicos);
- obras en prosa
poética;
- homilías en
verso;
- y, por último,
los himnos, sin duda la obra más amplia de san Efrén. Es un autor rico e
interesante en muchos aspectos, pero sobre todo desde el punto de vista
teológico.
Lo específico de
su trabajo consiste en que unió teología y poesía. Al acercarnos a su doctrina,
desde el inicio debemos poner de relieve que hace teología de forma poética. La
poesía le permite profundizar en la reflexión teológica a través de paradojas e
imágenes. Al mismo tiempo, su teología se convierte en liturgia, en música: de
hecho, era un gran compositor, un músico. Teología, reflexión sobre la fe,
poesía, canto y alabanza a Dios están unidos; y precisamente por este carácter
litúrgico aparece con nitidez en la teología de san Efrén la verdad divina. En
su búsqueda de Dios, al hacer teología, sigue el camino de la paradoja y del
símbolo. Privilegia sobre todo las imágenes contrapuestas, pues le sirven para
subrayar el misterio de Dios.
(…)
Para expresar el
misterio de! Cristo, Efrén utiliza una gran variedad de temas, de expresiones,
de imágenes. En uno de sus himnos pone en relación a Adán (en el paraíso) con
Cristo (en la Eucaristía).
«Fue cerrando
con la espada del querubín,
hasta dejar cerrado
el camino del árbol de la vida.
Pero para los pueblos,
el Señor de este árbol
se ha entregado él mismo como alimento,
como oblación (eucarística).
Los árboles del Edén
fueron dados como alimento
al primer Adán.
Por nosotros el jardinero
del Jardín en persona
se hizo alimento
para nuestras almas.
De hecho, todos nosotros habíamos salido
del Paraíso junto con Adán,
que lo dejó a sus espaldas.
Ahora que ha sido retirada la espada,
abajo (en la cruz) por la lanza
podemos regresar».
(Himno! 49, 9-11).
con la espada del querubín,
hasta dejar cerrado
el camino del árbol de la vida.
Pero para los pueblos,
el Señor de este árbol
se ha entregado él mismo como alimento,
como oblación (eucarística).
Los árboles del Edén
fueron dados como alimento
al primer Adán.
Por nosotros el jardinero
del Jardín en persona
se hizo alimento
para nuestras almas.
De hecho, todos nosotros habíamos salido
del Paraíso junto con Adán,
que lo dejó a sus espaldas.
Ahora que ha sido retirada la espada,
abajo (en la cruz) por la lanza
podemos regresar».
(Himno! 49, 9-11).
Para
hablar de la Eucaristía, Efrén utiliza dos imágenes: las brasas o el carbón ardiente,
y la perla. El tema de las brasas está tomado del profeta Isaías (Cf. 6, 6). Es
la imagen del serafín, que toma las brasas con las tenazas y roza simplemente
los labios del profeta para purificarlos; el cristiano, por el contrario, toca
y digiere las mismas Brasas, al mismo Cristo:
«En tu pan se esconde el
Espíritu,
que no puede digerirse;
en tu vino está el fuego, que no puede beberse.
El Espíritu en tu pan, el fuego en tu vino:
ésta es la maravilla acogida por nuestros labios.
El serafín no podía acercar sus dedos a las brasas,
a las que sólo pudieron acercarse los labios de Isaías;
ni los dedos las tomaron, ni los labios las digirieron;
pero el Señor nos ha concedido a nosotros ambas cosas. !
El fuego descendió con ira para destruir a los pecadores,
pero el fuego de la gracia desciende sobre el pan y allí permanece.
En vez del fuego que destruyó al hombre,
hemos comido el fuego en el pan
y hemos sido salvados».
(Himno «De Fide», 10, 8-10).
que no puede digerirse;
en tu vino está el fuego, que no puede beberse.
El Espíritu en tu pan, el fuego en tu vino:
ésta es la maravilla acogida por nuestros labios.
El serafín no podía acercar sus dedos a las brasas,
a las que sólo pudieron acercarse los labios de Isaías;
ni los dedos las tomaron, ni los labios las digirieron;
pero el Señor nos ha concedido a nosotros ambas cosas. !
El fuego descendió con ira para destruir a los pecadores,
pero el fuego de la gracia desciende sobre el pan y allí permanece.
En vez del fuego que destruyó al hombre,
hemos comido el fuego en el pan
y hemos sido salvados».
(Himno «De Fide», 10, 8-10).
La
figura de Efrén sigue siendo plenamente actual para la vida de varias Iglesias
cristianas. Lo descubrimos en primer lugar como teólogo, que a partir de la
Sagrada Escritura reflexiona poéticamente en el misterio de la redención del
hombre realizada por Cristo, Verbo de Dios encarando. Hace una reflexión
teológica expresada con imágenes y símbolos tomados de la naturaleza, de la
vida cotidiana y de la Biblia. Efrén confiere a la poesía y a los himnos para
la Liturgia un carácter didáctico y catequético; se trata de himnos teológicos
y, al mismo tiempo, adecuados para ser recitados en el canto litúrgico. Efrén
se sirve de estos himnos para difundir, con motivo de las fiestas litúrgicas,
la doctrina de la Iglesia. Con el pasar del tiempo, se han convertido en un
instrumento catequético sumamente eficaz para la comunidad cristiana.
Es
importante la reflexión de Efrén sobre el tema de Dios creador: en la creación
no hay nada aislado, y el mundo es, junto a la Sagrada Escritura, una Biblia de
Dios. Al utilizar de manera equivocada su libertad, el hombre trastoca el orden
del cosmos”.
La fe objetiva, proclamada en la Escritura, en el
momento oportuno podemos nosotros verterla directamente en oración y canto.
Los poemas que aquí incluimos, pensados como himnos
para la liturgia (especialmente para el Oficio de lectura) se refieren al
Éxodo, como se alude en la cita adyacente. Cosa similar se puede hacer con el
Génesis. Además, el poeta halla un sabor especial en los textos arcaicos, por
esa carga singular de simbolismo que en ellos late.
Himnos de
oración sobre el Éxodo[2]
1. La hermosura (Ex 2,2)
Igual que el
canto mismo de la vida
nacía hermoso el
hijo de una hebrea;
de hermoso
corazón era la egipcia
que fue a
bañarse y vio una cuna cerca.
Y tuvo
compasión, oh gran mujer
que no mató el
candor ni la belleza;
y en aras del
eterno femenino
fue salvo Moïsés
por manos tiernas.
Que venza,
siempre viva, la ternura,
que inunde la
hermosura nuestra tierra,
que sean las
entrañas de las madres
calor de Dios y
nido de promesas.
Salvado de las
aguas, bello anuncio,
prodigio del
amor de Dios en vela,
primicias de la
Pascua de Israel
y signo de la
Iglesia venidera.
Señor excelso,
Dios de lo pequeño,
en un cestillo
un niño se menea,
y su vagido
llega a tus oídos
sonando como un
toque de trompeta.
¡Oh Dios de
amor, oh Dios de nuestro Éxodo
oh Dios que nos
convocas y recreas,
tu gran misericordia
sea gloria
y tus prodigios
sean nuestra fiesta! Amén.
2. La muerte del egipcio (Ex 2,12)
Mató al egipcio,
raudo vengador,
y fue su corazón
lleno de miedo;
¿también a mí,
cruel, me matarás
igual que ayer
mataste al extranjero?
La muerte
vengadora engendra muerte,
el hierro
ensangrentado afila el hierro,
¿por qué quieres
salvar, matando al hombre,
oh ciego
redentor de humilde pueblo?
* * *
Huyó del Faraón
tras el fracaso,
de príncipe a
pastor su vida empieza,
y Dios
misericordia le aguardaba
en tierra de
Madián, cuidando ovejas.
Al céfiro de
Dios y junto a un pozo
dejó correr sus
días a la espera;
y humildemente
dijo como súplica:
“Yo soy un
extranjero en tierra ajena”.
Oh Dios que
nunca tarda, Dios paciente,
oh Dios que a
todos suavemente enseñas,
encima de la
frente pon tu mano
y danos hasta
dentro tu presencia.
Oh Dios que
siempre estás, que no abandonas
oh Padre
protector de nuestras sendas,
¡que sea nuestra
vida tu alabanza,
que sea así, si
tú, Señor, la llevas! Amén.
3. El pastor de Madián (Ex 3,1)
No quiso ser un
príncipe de Egipto
y fue no más
pastor y desterrado,
el alma en
lucha, un hombre buscador,
un pobre y un
sediento lacerado.
Cuidaba las
ovejas de Jetró
en tierra de
Madián aposentado:
desierto y sol y
Dios al horizonte,
confín del pobre
y todo anhelo humano.
Y a aquel pastor
y no a la corte egipcia
y no a los
Sacerdotes ni a los Magos,
el Ángel del
Señor, la viva llama,
acaeció trayendo
el Nombre santo.
El Dios
eternamente Dios amante,
divinamente mi
Dios enamorado
bajaba por
decírselo a un pastor
y abrirle el
corazón y sus cuidados.
Mi Dios
enamorado que me habla
que baja hasta
mi carne y brinda diálogo,
mi Dios excelso
en suave voz presente,
que en un abrazo
coge mis pecados.
¡Oh Dios, por
siempre amor, el excedido,
oh Dios, del
hombre triunfo resonado:
por ti, por ti
las lágrimas ardientes
de gloria y
gratitud de tus amados! Amén.
4. El Verbo se hizo llama (Ex 3,2)
El Verbo se hizo
llama esplendorosa,
naciendo
incorruptible de la Zarza;
descalza el pie,
salvado Moisés,
y llega
reverente a quien te llama.
Venid hasta el
misterio y adoremos,
que Dios está
anunciando que se encarna;
benditas esas
ramas encendidas,
que dan a luz a
Dios y no se abrasan.
Oh Dios, memoria
fiel de tus promesas,
que llevas
nuestros nombres en tus palmas,
oh Dios,
ternura, fuerza de oprimidos,
arráncanos del
látigo y la masa.
Del cielo cae
pan que Dios envía,
purísimo maná de
la mañana;
y al verlo, a
ti, oh Virgen, Vaso de oro,
te vemos con el
Hijo figurada.
Avance al Sinaí la santa Iglesia,
llevada por su Esposo en alas de águila,
y dentro del desierto penitente
reciba el diario Pan de la Palabra.
Señor iluminado, luz gloriosa,
festín de cada día en cada página,
loor a ti, radiante junto al Padre,
y amor en el Espíritu que inflama. Amén.
La doble referencia de este himno a la Virgen Madre
(Zarza incombustible, vaso de oro que contiene el maná (cf. Hb 9,4) pueden
aconsejar que al usarse la composición en Cuaresma, se prefiera el sábado.
5. El Dios de
la zarza: Yo soy (Ex 3,14)
Llegamos reverentes, pies descalzos,
a ver a Dios en llama de una zarza.
Dios es fuego, la lumbre que se mueve
y en posesión de nadie queda esclava.
Oh Dios, qué bello eres, cercanía,
humilde en el zarzal que no se abrasa,
misterio que se esconde y aparece,
mi Dios amante, creador, palabra.
Oh Dios, cuánto me amas, para siempre,
y a tu ternura el alma se abalanza,
y en tus caricias quiere verse envuelta,
adentro de tu lumbre como brasa.
Oh Dios, cómo te llamas, que eres nuestro
que dices ser “Yo soy” como quien dice:
“Yo soy tu ser, tu vida, y tú eres mío;
yo soy en ti y tú eres mi alianza”.
Oh Dios, cómo confías, en nosotros,
tus hijos, bien creados por tu gracia,
oh Dios de nuestros labios florecidos,
oh Dios de tus torrentes de abundancia.
Santísimo Señor y Padre amado,
purísimo Jesús de antes del alba,
Espíritu bellísimo y amable:
oh Luz de Trinidad, eternas gracias. Amén.
6. El cántico de los salvados
(Ex 15,11; Ap
15,3-4; 5, 9-10)
Cantemos en el
cielo y en la tierra,
el cántico de
amor de los salvados;
a gloria eterna
de la humilde fuerza.
cantemos al
Cordero degollado,
Se hundió en el
mar potente el poderío
se fue al abismo
el padre del engaño,
se ahogó la
fuerza impura y la avaricia
la muerte y la
violencia y el pecado.
Surgió el
perdón, la paz y la ternura
y un pueblo en
agua bautismal lavado;
se ahogó en el
rojo abismo el hombre viejo,
cantemos al
Cordero degollado.
Cantemos a
Jesús, a Dios, su Padre,
con cítaras y
túnicas de blanco,
el pueblo entero
unidos en un coro,
el canto del
Cordero, el nuevo cántico.
Pasado con la
Cruz el mar antiguo
cantemos el amor
que disfrutamos,
cantad a Dios,
oh raza de los hombres,
oh vástagos de
Dios enamorado.
Divinidad que
cubre nuestras frentes
Espíritu, regalo
tras regalo:
¡gozad, gozad,
gozad eternamente
y a vuestro
gozo, oh Dios amor, alzadnos! Amén.
7. La voz de la trompeta (Ex 19,19)
La voz de la
trompeta iba creciendo
y el monte Sinaí
al son temblaba,
¡oh Monte de la
Fe que estremecido
oíste hablar a
Dios en tus entrañas!
«Que sea luz y
nazca el bello mundo»:
la voz rompió el
silencio de la nada,
y se hizo el
Evangelio primitivo
el Día Uno,
cándida alborada.
La voz de la
Noticia abrió el oído
en tierra de
Caldea a un patriarca,
creyó Abraham y
se hizo peregrino
cargando al
hombro sólo la esperanza.
Al pulso de la
historia, pena y gozo,
la voz de una
Presencia se acoplaba,
y un diálogo
prendía rostro a rostro:
el Hijo oculto
hablaba y escuchaba.
Jesús, silbido
suave en los Cantares
y trompa
poderosa en la Alianza,
abiertos aquí
tienes los oídos,
ahora, aquí en
silencio, mira y habla.
Jesús, perenne
voz, Noticia Buena,
Palabra que en
la Iglesia fue sembrada,
contigo, Santo,
al Padre bendecimos:
¡oh Dios
clemente, Padre de la gracia! Amén.
8. La Ley del Dios que nos ha amado
Primero nos
sedujo sin remedio,
de Egipto nos
sacó con mano fuerte,
encima de sus
alas nos llevó,
fue madre que a
su hijo cría y mece.
Primero nos amó
de amor gratuito,
con toda su
pasión, tan tiernamente;
nos hizo
comprender que no era un ídolo,
que oía los
gemidos de dolientes.
Oh Dios,
cautivador de corazones,
que amándonos
enseñas a quererte,
decid la santa
Ley de la Alianza,
que en ella,
Dios de amor, queremos verte.
Y dijo Dios las
Diez Palabras,
abriendonos su
pecho confidente,
quería
moldearnos como él era,
que fuéramos su
imagen esplendente.
Y vino el Hijo
amado a recordarnos
la Ley de
libertad del fuego ardiente,
y, muerto en una
cruz, nos dijo todo,
que es el amor
la sola Ley que vence.
Jesús divino,
trono de la gracia,
Decálogo de
Dios, la Ley perenne,
¡a ti sea el
amor y la alabanza,
por ser el Hijo
amado y obediente! Amén.
9. La Tiniebla luminosa (Ex 20,21)
Adentro en la
Tiniebla luminosa
Jesús ha
penetrado y expirado;
atrás el Sinaí,
la negra llama,
que fue el
Calvario el último peldaño.
A solas Dios y
él, los dos a solas,
a solas el amor
con el pecado;
que cierre el
corazón su oscuro abismo
y sienta la
orfandad del Solitario.
Adentro en la
Tiniebla, Jesús mío,
gusano vil, oh
Siervo machacado,
desecho de la
gente, tú, precioso,
oh terco Dios,
oh Dios tan malparado.
Adentro en la
Tiniebla..., ¡calla, mundo,
apaga, Sinaí,
tus fuegos bravos,
y tú, Becerro
estúpido, maldito,
morid, horror,
que muere el Santo!
Jesús...,
Jesús..., ribera de esperanza,
¡qué amarga
soledad has soportado,
qué noche del
infierno, qué locura,
qué heridas
criminales por mis manos...!
¡Jesús, Señor,
secreto Testamento,
transciende ya
la muerte que has matado,
y eterno con el
Padre y el Espíritu
por siempre vive
y reina consolando! Amén.
10. No envíes mensajero (Ex 33,3.15)
No envíes
mensajero, ven tú mismo,
no mandes a tu
Ángel en campaña;
no otorgues
protector ni des a nadie
el mando y el
consuelo de tu vara.
Tu Gloria
abrasa, quema los pecados;
y somos todos
dignos de tu llama;
mas eres Padre,
pródigo en perdones,
y más glorioso
cuanto más agracias.
Por eso, ven tú
mismo, Padre Santo,
y muestra entre
nosotros tu llegada;
levántanos,
condúcenos, corrígenos,
mas tú, tan sólo
tú, con mano blanda.
O envíanos tu
propio corazón,
mandando al
Unigénito del alba,
a aquel que
viene y entra hasta la médula
y nunca, por
venir, de ti se aparta.
Que venga el
Verbo y haga su aposento
en todo gozo, en
toda pena y lágrima;
y sea nuestra
crónica y camino
su historia
verdadera y cotidiana.
¡Oh Padre que
mandaste a Jesucristo,
nacido del amor
de tus entrañas,
envíanos con él,
a gloria tuya,
el don de tu
ternura y tu alabanza! Amén.
(Este himno
puede ser adecuado también para Adviento).
[1]
Fue el Papa Benedicto quien declaró a San Efrén Doctor de la Iglesia el 5 de
mayo de 1920. Véase la encíclica “Príncipi Apostolorum”. Allí leemos: “No hace
falta enumerar sus muchos escritos. "Se dice que escribió tres mil poemas si se los cuenta todos
juntos (Sozom., Hist. Ecles., 1. Epistola Encicl. Quamquam pluries, de
agosto de 1889. , c. 15)…”
.
[2] Todo estos himnos han sido
colocados este año en el sitio titulado: mercaba.org
/ fRufino María Grández / Cuaresma: Himnos sobre el Éxodo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario