PÓRTICO
Explicar
la Escritura tras el Sínodo sobre la Palabra
1. Con la gracia
de Dios nos disponemos a explicar el Pentateuco (penta-teujos, cinco-libros), con la ilusión que produce el contacto
vivo con la Palabra que nos santifica.
El tiempo es breve y la tarea ingente. Como de siempre han dicho los grandes
biblistas, buen conocedor de la Escritura no es aquel que ha leído mucho “en
torno a la Escritura”, sino el que ha leído mucho la Escritura. Nuestra primera
tarea sería, pues, leer el texto sagrado.
Los cinco libros de este “corpus” primero de la
Biblia suman 187 capítulos; a saber
Génesis 50
capítulos (1.534 vv.; ca. 21.000 palabras).
Éxodo 40
capítulos (1.209 vv.; ca. 17.000
palabras).
Levítico 27
capítulos (859 vv,; ca. 12.000 palabras).
Números 36
capítulos (1.288 vv.; ca. 16.000 palabras).
Deuteronomio 34
capítulos (955 vv.; ca. 14.000 palabras)[1].
2. Como los
nombres no son indiferentes, hemos de notar que en hebreo este grupo de libros
se llama la Torá, nombre sacral que
lo utilizó Jesús con toda la reverencia que a la Palabra divina le dio. La Torá
tenía para él la resonancia que para nosotros tiene hoy la palabra Evangelio[2].
Torá para un judío, de ayer o de hoy, es la completa revelación de Dios. Y los
rabinos pueden decir que el cielo será sumergirse en la Torá, lo cual es cierto
si aceptamos que la Torá es la Veritas
divina, el secreto del corazón de Dios. Un teólogo cristiano puede decir –
y dice – que el cielo es la visión beatífica (visio beatifica), y nos parece correcta y laudable la expresión.
Con derecho similar, puede decir el hermano Hebreo que el cielo – de Dios y del
hombre – es la Torá. Pisamos tierra sagrada al estudiar la Torá; entramos en la
esfera divina, beatificante.
Nuestra teología
contemplativa puede decir que el Evangelio[3]
es el Evangelio del amor[4].
Esto es cierto; pero lealmente nos puede decir el hermano Hebreo que si la Torá
no es la manifestación del amor de Dios al hombre, y correlativamente el amor
que el hombre debe a su Dios, la Torá no sería nada. Hemos de acordar que la
Torá es amor. El Deuteronomio, en concreto, es el canto de amor de la Torá.
Junto a la Torá
están los Profetas, los Nebiim,
hasta el punto de formar un binomio de “la Ley y los Profetas” para significar
el conjunto de las Escrituras (p.e. Mt 11,13; 22,40). Aun en este caso la Torá
lleva la primacía, pues los Profetas actúan como permanente interpelación de la
Torá. Los Profetas son la salvaguarda de la Alianza: la Profecía nace de la
Alianza establecida en la Torá, fundamento del mundo y de la historia.
Para toda la
tradición judía es patente la primacía de la Torá sobre los demás libros de las
santas Escrituras. Y el respeto absoluto de Jesús a la Torá lo manifestó en
aquella conocida sentencia: “Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán
antes que pase una i o una tilde de la Ley – Torá - sin que todo suceda” (Mt
5,18). La letra “Yota” (y griega o i latina) es un simple rabillo en la pluma del amanuense; y sirve
también de auxilio para otras vocales. Jesús nos dice que el rasguño más
insignificante no es despreciable. Pero notemos que en esta visión divina que
Jesús tiene de la Torá, hay un dato esencial: que la Torá está abierta al cumplimiento.
3. Es claro que
quien quiera estudiar la Torá, después de una información introductoria ha de
pasar a la lectura personal del texto. Hay una lectura científica, del todo
necesaria para la Iglesia, y, compenetrada con tal lectura, hay una lectura
espiritual, lo mismo de necesaria para la Iglesia. Renunciar a una de ambas
lecturas es renunciar a la Escritura.
Una metodología universal, no superada,
aconseja – o, más bien, prescribe – que el acercamiento a una “ciencia” que se
afronta por primera vez se haga mediante el recurso de un manual. Un manual no
es suplido por los Apuntes o Notas de un profesor, por excelente que sea el
profesor (salvo que el maestro, con largos años de trabajo, al dar sus hojas,
esté suministrando en esas hojas su propio manual, con meticuloso abundancia de
datos). El manual tiene una función
informativa y orientadora, dando a conocer el estado a que ha llegado la
ciencia en cuestión, definiendo con precisión y de modo orgánico y completo los
contenidos particulares de dicha ciencia, e indicando los instrumentos necesarios
de que disponemos; al mismo tiempo, con una iniciación de exégesis nos abre a
los contenidos de la materia.
Como un buen
manual, de rango universitario,
aconsejamos el correspondiente a la colección “Introducción al estudio de la
Biblia”.
Vol. 3a: Félix García
López, El Pentateuco: Introducción
a los cinco primeros libros de la Biblia. Editorial Verbo Divino, Estella
(Navarra). 3ª edición 2006 (1ª de 2002). 383 pp. (El autor es doctor en
Ciencias Bíblicas por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma).
Este Manual es
excelente, a nuestro parecer. Excede, con mucho, a las exigencias normales de
un curso “no universitario”, para el que se adecuaría un manual. Pero pensamos
que abrir la mente a estos planteamientos, aunque no siempre se alcancen,
resulta muy estimulante.
Otros libros
modernos, que conocen perfectamente la primera línea de investigación pueden
ser:
Jean Louis Ska, Introducción a la lectura del Pentateuco: Claves para la interpretaciónd e los cinco primeros libros de la Biblia. Verbo Divino, Estella 2001, 383 pp.
Joseph Blenkinsopp, El Pentateuco: Introducción a los cinco primeros libros de la Biblia.
Verbo Divino, Estella (Navarra) 2ª ed. 2001. 346 pp.
José Loza Vera, O.P., El Pentateuco. Tomo I: El problema literario. Universidad Pontificia
de México, A.C., México 1999, 235 pp.
José Loza Vera, O.P., El Pentateuco. Tomo II: Lecturas del Génesis y del Éxodo. … 1999,
524 pp.
José Luis Sicre, S.I., una de las primeras figuras de biblistas hoy en España (ha sido presidente de la Asociación Bíblica en Granada), tiene un Blog de verdadero maestro en Internet sobre el Pentateuco, como otros obre profetas. De lo más recomendable para un estudio verdaderamente serio de la materia.
Una lectura científica de la Escritura, que
es una lectura histórico-crítica, comporta:
o
Una
lectura en directo del texto original.
o
Una
lectura contextualizada: fuentes y tradiciones, formación del texto.
o
Una
lectura teológica de acuerdo a la “mens autoris”.
Una lectura espiritual, que no es una
lectura distorsionada de la anterior, sino una lectura “en” la anterior, lleva
consigo:
o
Una
lectura en la tradición de la Iglesia: “traditio Ecclesiae”, pues es solo la
Iglesia quien nos “entrega” (“tradit”) las santas Escrituras.
o
Una
lectura en el “hoy” de la Iglesia, guiada por el Espíritu, pues el Espíritu que
inspiró sigue alentando.
o
En
suma, una lectura personalizada en la totalidad del misterio. Dios accede a mí,
persona de él nacida, única e irrepetible, como revelación y donación. Una
lectura de Dios es éxtasis y compenetración; es el acontecimiento más personal
que puede acaecerme: Dios aposentado en mi corazón y hablándome a mí en el
efluvio de su amor. Es el acto nupcial de Dios con su criatura, elevada hasta
el corazón de Cristo. Es una lectura vinculada esencialmente a la Eucaristía,
porque “es una lectura comunión” con Dios.
Una lectura
mía, absolutamente mía, de la Escritura. No hablamos, como es obvio de
entender, de una lectura caprichosa, subjetiva y veleidosa de la Escritura, que
sería una lectura aberrante, desvariada, y, al fin, herética, sino de una
lectura personalizada. Es la lectura inviscerada en mí, cifrada en el misterio
de mi amor esponsal a Cristo; la Palabra del Espíritu para mí. Esta “lectio
amoris” se basa en el principio de que Dios es, por necesidad y vocación, “mi
Dios”: Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo… Quien me acompaña en la vida
es “mi Dios”; quien me ha de juzgar es “mi Dios”; quien me ha de salvar es “mi
Dios”.
o
Esta
“lectio amoris”, en la que el amor respira tanto cuanto la mente penetra, es
una lectura lenta, saboreada, que desconoce la prisa, porque la prisa mata el amor, si bien, el amor
poseído engendra prisa: el amor tiene
prisa.[5]
El amor es contemplativo, dulcemente ocioso, amigo de cosas sustanciales, que
se deleita en detalles, porque el amor
está en los detalles.
o
Por
una lectura así, fulgurada por el rayo del Espíritu a los pies de santa María,
llega Francisco a ver el “Mysterium paupertatis” como efigie de Cristo en el
discurso de los discípulos en misión[6].
4. El Sínodo
precedente, calificado por Benedicto XVI como un Pentecostés para la Iglesia[7],
alimentado por la doctrina del Concilio (Dei
Verbum), es un baño espiritual reconfortante de sanación y de infinita
esperanza que la Iglesia ha recibido. Para entrar hoy en el estudio de la
Escritura, y en espera del documento (Exhortación Apostólica o acaso encíclica
que en su día escriba Benedicto XVI), bueno será
o
Leer
las 55 Proposiciones que los Padres Conciliares han presentado al Papa como
resumen de sus reflexiones (texto votado el 24 de octubre de 2008).
o
Leer
el mensaje vibrante de los Obispos al concluir el Sínodo, mensaje extraordinariamente
bello, valorado como el más hermoso de los mensajes que se han dado al final de
las asambleas sinodales[8].
* Hoy (enero 2013) debemos añadir: Leer la Exhortación apostólica "Verbum Domini" (30 septiembre 2010), que ha sido el fruto del Sínodo sobre la Palabra de Dios, que ha sido el Documento central en nuestro Curso de Introducción a la la Sagrada Escritura.
5. Ante este
planteamiento que acabamos de trazar surge una pregunta operativa para esta
semana: ¿qué hacer?, y ¿cómo hacerlo lo
que hayamos de hacer? Con otras palabras: se trata de la metodología que
vamos a emplear.
A rasgos
generales podemos tener en cuenta tres perspectivas
I. Introducción: Debemos saber, porque
pertenece al conocimiento científico de estos libros, que ha habido una lectura
no cuestionada de muchos siglos en la que el acercamiento al texto sagrado
estaba al margen de planteamientos históricos críticos. Hoy es necesario
conocer que para el Pentateuco y demás libros de la Biblia, hablando en
general, hay una metodología literaria histórico crítica, que está en el
nacimiento y en la evolución de la Página Sagrada, de la cual debemos estar, al
menos, informados.
Con todo, el
sentido íntimo y último del texto se sustrae a una mera técnica
histórico-literaria. De hecho, Judíos y Cristianos, leemos el mismo libro con
Lealtad, y nuestros caminos no se encuentran.
II. Hemos de tener una visión de conjunto sobre
cada uno de los cinco libros del Pentateuco, que podemos definir con cierto
títulos emblemáticos
o
Génesis
(Bereschit, En el Comienzo): Dios de
Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob.
o
Éxodo
(Schemot, Estos son los Nombres):
Camino y Alianza.
o
Levítico
(Vayiqrá, Y llamó): Dios es santo.
o
Números
(Bamidbar, En el Desierto): Al dejar
el Sinaí.
o
Deuteronomio
(Debarim, Éstas son las Palabras): El
amor no pasa nunca.
III. Pero de ahí hemos de pasar a la lectura de
pasajes concretos, que nos llevan al contenido concreto de la Historia de
Salvación que allí se describen, y que nos adiestran para saber cómo se lee la
Palabra donde habla el Dios viviente y santo de la Alianza.
*
* *
6. La lectura de la Escritura la hacemos, pro
un principio inherente a toda comprensión, en el hoy de mi persona, que está en
el hoy de la mentalidad culta y en el hoy de la Iglesia
En el hoy de la
sociedad
Las sociedades
adelantadas caminan hoy con una marcha acelerada, y acaso desbocada, por un
camino de secularización que cada vez se va apoderando clamorosamente de la
vida social y política.
Se
palpa, con suficiente sensibilidad, cómo una corriente firme de la humanidad
camina a construir un mundo y una nueva civilización con “Dios ausente” – o
Dios inexistente – tratando de levantar una Moral o Ética aceptable para todos,
en la que todos tengamos cabida por igual como ciudadanos de la especie humana…
Lo cual parecería “razonable” y hasta “fascinante”. (Claro que un cristiano, yo
mismo el primero, puede opinar que yo no pertenezco a esa especie, pues mi yo,
que es como un grito de amor desde las raíces, es un yo inexistente
desinviscerado del Dios que me sustenta, que san Agustín llamó intimior intimo meo).
Ante
este panorama intelectual, ¿qué aportación ofrece el Pentateuco, que ha
gobernado a innumerables generaciones? ¿Qué aporta el Decálogo a esta nueva humanidad?
Diremos
francamente que nada, o que, incluso, es un estorbo.
NOTA
IMPORTANTE. Desde una larga experiencia
(50 años de sacerdote, en años profundamente agitados en la vida de la Iglesia)
puedo opinar. Este talante de apertura y acogida, de hombre cultivado abierto a
todos los vientos y a todas las ideas, es bueno… y hasta te da un aire de
“modernidad” y de juventud… Pero ¡atención al Espíritu, que discierne y juzga!
Sin uno advertirlo, por esos mecanismos intelectuales con los que se modela el
conocimiento, uno puede caer en el relativismo,
que es la “autodestrucción” de la propia fe. Puede uno encontrarse a la
intemperie, viviendo en la calle, sin el calor de un hogar. La fe necesita su
propio recogimiento, su casa cálida… Lo cual vale para un cristiano, para un judío, para un musulmán,
para un budista. En nuestra propia casa nos visita el Espíritu. Y de ninguna
manera significa esto ser un obtuso y obcecado. El diálogo, que propicia la
Iglesia, es un diálogo de comunión desde las propias seguridades… para alcanzar
aquello que el Espíritu nos muestre. Consejo que vale, sorprendentemente, para
un hermano de otras religiones.
Por
otra línea muy distinta está trabajando en estos mismos días en el
"Meeting por la amistad entre los pueblos", en Rimini (30ª edición),
ya célebre pro al milenaria concurrencia y por la temática que afronta año tras
año. El tema escogido es: "Esa
naturaleza que nos empuja a desear cosas grandes es el corazón". Hay
un mensaje radiante enviado al “Meeting” con la firma del secretario de Estado[9].
En el
hoy de la Iglesia en América Latina
La
pastoral y los valores cristianos centrales de nuestra espiritualidad en este
hoy que vive la Iglesia en nuestras latitudes está marcado por cinco palabras
luminosas, que nos dan el resumen de nuestra fe, en Aparecida (2007): Encuentro
– Conversión – Discipulado – Comunión – Misión.
He
aquí cómo se plantea esta tarea en el “Proceso de formación de los discípulos
misioneros”, que debe estar a la base de nuestro programa formativo.
a) El Encuentro con Jesucristo. Quienes
serán sus discípulos ya lo buscan (cf. Jn 1, 38), pero es el Señor quien los
llama: “Sígueme” (Mc 1, 14; Mt 9, 9). Se ha de descubrir el sentido más hondo
de la búsqueda, y se ha de propiciar el encuentro con Cristo que da origen a la
iniciación cristiana. Este encuentro debe renovarse constantemente por el testimonio
personal, el anuncio del kerygma y la acción misionera de la comunidad. El
kerygma no sólo es una etapa, sino el hilo conductor de un proceso que culmina
en la madurez del discípulo de Jesucristo. Sin el kerygma, los demás aspectos
de este proceso están condenados a la esterilidad, sin corazones verdaderamente
convertidos al Señor. Sólo desde el kerygma se da la posibilidad de una
iniciación cristiana verdadera. Por eso, la Iglesia ha de tenerlo presente en
todas sus acciones.
b) La Conversión: Es la respuesta inicial
de quien ha escuchado al Señor con admiración, cree en Él por la acción del
Espíritu, se decide a ser su amigo e ir tras de Él, cambiando su forma de pensar
y de vivir, aceptando la cruz de Cristo, consciente de que morir al pecado es
alcanzar la vida. En el Bautismo y en el sacramento de la Reconciliación, se
actualiza para nosotros la redención de Cristo.
c) El Discipulado: La persona madura
constantemente en el conocimiento, amor y seguimiento de Jesús maestro,
profundiza en el misterio de su persona, de su ejemplo y de su doctrina. Para
este paso, es de fundamental importancia la catequesis permanente y la vida
sacramental, que fortalecen la conversión inicial y permiten que los discípulos
misioneros puedan perseverar en la vida cristiana y en la misión en medio del
mundo que los desafía.
d) La Comunión: No puede haber vida
cristiana sino en comunidad: en las familias, las parroquias, las comunidades
de vida consagrada, las comunidades de base, otras pequeñas comunidades y movimientos.
Como los primeros cristianos, que se reunían en comunidad, el discípulo
participa en la vida de la Iglesia y en el encuentro con los hermanos, viviendo
el amor de Cristo en la vida fraterna solidaria. También es acompañado y
estimulado por la comunidad y sus pastores para madurar en la vida del Espíritu.
e) La Misión: El discípulo, a medida que
conoce y ama a su Señor, experimenta la necesidad de compartir con otros su
alegría de ser enviado, de ir al mundo a anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado,
a hacer realidad el amor y el servicio en la persona de los más necesitados, en
una palabra, a construir el Reino de Dios. La misión es inseparable del
discipulado,- por lo cual no debe entenderse como una etapa posterior a la
formación, aunque se la realice de diversas maneras de acuerdo a la propia
vocación y al momento de la maduración humana y cristiana en que se encuentre
la persona (Aparecida, 278).
7. Qué Biblia utilizar en nuestro estudio
Es conveniente
que la Biblia, o mejor “mi Biblia”
- sea una Biblia
con recursos de estudio,
- y sea
habitualmente la misma pro causa de la “memoria visual” que facilita la localización
de los textos.
Ø El desiderátum
de la BIBLIA HEBRAICA – la tradicional es la Kittel (Biblia Hebraica
Stuttgartensia) – no es una propuesta realista para uno que comienza.
Ø Anotemos que la
traducción más fiel, literalmente al texto hebreo, es la versión latina: NOVA
VULGATA (promulgada por Juan Pablo II en 1979).
Ø Debe saber no
obstante el alumno (pues nunca falta quien sea especialmente aficionado) que
existe el ANTIGUO TESTAMENTO INTERLINEAL HEBREO-ESPAÑOL. Tomo I: Pentateuco.
Libros CLIE (C/ Galvani, 113) – 08224 Terrassa (Barcelona). 1990, 873 pp.
Ø Sin duda que la
Biblia más aconsejable para nuestra finalidad es la BIBLIA DE JERUSALÉN, por la calidad del equipo de profesores que la
han trabajado, desde la prestigiosa École
Biblique de Jerusalén, de los Dominicos; por las referencias marginales, y
por las notas de pie de página. De adquirirla, sea la 4ª edición, que es la
última (2009, distintivo externo: con pestañas).
Ø Luis Alonso
Schökel, jesuita profesor en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma, publicó
la Nueva Biblia Española, de gran valor literario, que en esto consistía
especialmente su “novedad”. Esta Biblia con muchas modificaciones pasó a ser la
“Biblia del Peregrino”. Y con el mismo título se ha actualizado para América
Latina, a saber: Luis Alonso Schökel, LA BIBLIA DE NUESTRO PUEBLO: Biblia del
Peregrino – América latina. Adaptación del texto y comentarios por un Equipo Internacional.
Misioneros Claretianos – Ediciones Mensajero. 10ª ed. 2009. (Excelente
comentario el de los salmos dentro de la misma Biblia).
Ø LA BIBLIA
LATINOAMERICANA. Traducida, presentada y
comentada para las comunidades de Latinoamérica y para los que buscan a Dios.
54ª edición. San Pablo – Verbo Divino 2005. Es la Biblia más divulgada. Menos
adecuada como Biblia de estudio para nuestro propósito.
Ø BIBLIA DE
AMÉRICA. “Aprobada por la Conferencia del Episcopado Mexicano y autorizada pro
al Conferencia Episcopal de Colombia y la Conferencia Episcopal de Chile”,
publicada por La Casa de la Biblia (Madrid). PPC, Sígueme, Verbo Divino. 2ª ed.
2002. Prólogo pro el cardenal Norberto Rivera. Biblia trabaja primero en España
por un equipo autorizado de biblistas españoles. No tiene referencias
marginales, y los comentarios al pie de página son sintéticos para cada
perícopa, no pormenorizados como en la Biblia de Jerusalén.
* * *
Dejamos a los
pies del Señor esta tarea que emprendemos, que nos sobrepasa, y confesamos con
agradecimiento su poder: “¿Es que hay nada milagroso para Yahveh? En el plazo
fijado volveré, al término de un embarazo, y Sara tendrá un hijo” (Gn 18,14).
Dios es vida, y
toda Palabra aposentada en nosotros es el germen de una nueva criatura que va a
nacer.
Puebla, enero agosto 2010
Tlaquepaque
Fr. Rufino María
Grández
[1] Para el cómputo de versículos y
palabras, véase el manual que se citará abajo (Félix García López, El Pentateuco),
pp. 30 y 320. En este tiempo restringido si se puede leer holgada y
sabrosamente los 187 capítulos del Pentateuco, ni tampoco se puede leer
“materialmente” las páginas del manual… Pero … añadamos que todo el
Deuteronomio representa lo que pasó en un solo día, lo que habló Moisés al
pueblo de Israel en el día final de su vida.
[2] Véase: Georges Auzou, La tradición bíblica : historia de los escritos sagrados del pueblo de
Dios. 1961.
[3]El autor ha adoptado escribir la
palabra Evangelio y la palabra Eucaristía siempre con mayúscula, lo mismo que
la palabra Iglesia. En la trilogía “Iglesia-Evangelio-Eucaristía” está la
esencia de nuestra fe. Evidentemente los usos lingüísticos en los libros son
diferentes, como al punto puede observarlo el lector.
[4] “La caridad no acaba nunca.
Desaparecerán las profecías. Cesarán las lenguas. Desaparecerá la ciencia. (…)
Ahora
subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas
ellas es la caridad” (1Co 13,8.13).
[5] “Exsurgens autem Maria in diebus
illis abiit in montana cum festinatione” (Lc 1,39), “cum festinatione”, rápida, de prisa.
[6] No hay ninguna exégesis que
fuerce a leer en el texto evangélico, como interpretación única del texto, esa
“concreción” como “forma vitae” con que Francisco ha visto, con inteligencia
espiritual, la pobreza.
[7] Véase el Discurso a la Curia
Romana, 22 diciembre 2008. “Por último, importaba experimentar que en la
Iglesia hoy también es Pentecostés, es decir que ella habla muchas lenguas, y
esto no sólo en el sentido exterior de que en ella están representadas todos
los grandes idiomas del mundo, sino en un sentido aún más profundo, toda vez
que en ella están presentes las múltiples formas de la experiencia de Dios y
del mundo, la riqueza de las culturas, y sólo así se hace patente la amplitud
de la existencia humana y, partiendo de ésta, la amplitud de la Palabra de
Dios. Pero hemos aprendido también que Pentecostés sigue «de camino» y está aún
incompleto: existe una multitud de lenguas que aguardan todavía la Palabra de
Dios contenida en la Biblia. También resultaron emocionantes los numerosos
testimonios de fieles laicos de todas las regiones del mundo que no sólo viven
la Palabra de Dios, sino que también padecen por ella. Una aportación muy
valiosa fue el discurso de un rabí acerca de las Sagradas Escrituras de Israel,
que son también, precisamente, las nuestras. Un momento importante para el
Sínodo, o más bien para el camino de toda la Iglesia, fue aquél en el que el
Patriarca Bartolomé, a la luz de la tradición ortodoxa, nos abrió el acceso,
mediante un análisis penetrante, a la Palabra de Dios. Ahora hacemos votos por
que las experiencias y adquisiciones del Sínodo influyan eficazmente en la vida
de la Iglesia: en la relación personal con las Sagradas Escrituras; en su
interpretación en la liturgia y en la catequesis, así como en la investigación
científica, de manera que la Biblia no se quede en Palabra del pasado, sino que
su vitalidad y su actualidad se vean leídas y abiertas en toda la amplitud de dimensiones
de sus significados”.
[8] Todos estos materiales están,
desde el primer momento, en Internet (sitio oficial de la Santa Sede, Boletín
del “Synodus Episcoporum”, Vatican.va.
[9] Publicado en L’Osservatore romano, puede verse
recogido en la agencia de noticias ZENIT (22 de agosto).
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